El trabajo con niños me emociona tanto que me considero una
niña de closet, evidentemente a mi edad no dejo de comprar juegos de té,
muñecas de porcelana y juguetes; mis excusas son siempre las mismas: es
material para mis fotografías, aunque algunas veces no las use.
Hace un par de semanas regrese de Hermosillo en Sonora, fui a impartir un taller de fotografía para niños el cual nombre: La linterna mágica.
Debo de aclarar que
es el nombre que lleva mi taller, además de ser aquel invento de Athanasius Kircher que proyectaba
imágenes en el año 1654 y el cual me
fascina, pues es el antecedente de la
percepción visual y las imágenes en movimiento.
El taller consistía aprender a contar historias con
imágenes, tomando en referencia
los inicios de la fotografía, hicimos fisionotrazos, un teatro de sombras con
todo y personajes. Además de que jugamos con una linterna de mano que proyectaba en la pared figuras como mariposas, perros
o peces. Armamos un laboratorio de
fotografía en blanco y negro alternativo y junto con la linterna de mano
hicimos fotogramas con juguetes para después armar un cuento.
Como toda infante, creo en un mundo de fantasía y magia, pero ante el bombardeo de imágenes digitales, es importante enseñarles a los niños los antecedentes
de nuestro mundo visual, sin perder la magia y el juego.
Este taller ha sido una de mis experiencias más enriquecedoras, me ha enseñado que ante esta era digital, todavía hay lugar para la imaginación, no importa la edad que tenga.
Siempre
he pensado que cuando organizo un curso de niños, es un pretexto más para
comprar cosas como juguetes, diamantina de colores y materiales de
manualidades como ojos y plumas.
Mis excusas se
convierten en pretextos para seguir
produciendo y experimentando, me encantaría hacer un teatro de sombras y una versión contemporánea de la Linterna Mágica.
Así podrá salir mi niña, sin que yo sienta tanta culpa.
Así podrá salir mi niña, sin que yo sienta tanta culpa.
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