Eran casi las dos de la mañana, no dejaba de pensar en el
encuentro que una noche antes había tenido con Antonie D´Agata.
Afuera alcanzaba a escuchar la música de la fiesta que se
celebraba en el Colegio de las Vizcaínas.
A mi lado dormía una de mis pequeñas modelos, mi sobrina. Deseaba hacer
una sesión fotográfica con ella, pero en
mi cabeza circulaban las imágenes que quería realizar junto con los comentarios
que me había hecho Antonie respecto a mi último trabajo. No podía dormir.
Habían pasado algunos
años después de que nos conocimos. En esa ocasión participe en su taller
que dio por el año 2004 en el Centro de la Imagen, yo estaba realizando dos de mis primeros proyectos
fotográficos: A vuestras mercedes y Diario.
De vez en cuando nos escribíamos vía correo electrónico, con
el tiempo le fui perdiendo la pista y en
los últimos años ya no sabía nada de él.
Al final de su conferencia realizada la semana pasada, fui a saludarlo, tenía un poco de temor de que no se acordará de mí.
Fue una sorpresa que no me haya
reconocido, cuando le dije mi nombre, se asusto, dio un paso para atrás
y después me abrazo efusivamente.
Quedamos de vernos e intercambiamos números de
teléfono. Nos vimos el día siguiente en
su hotel.
Lleve mi computadora con
todo mi trabajo digitalizado y algunas impresiones, él quería ver todo lo
que había hecho en estos años.
Con su cálida voz y
sus comentarios certeros me confrontó. Me hizo ver quien estaba detrás de las
imágenes.
-¿Por que relacionar
fotografías tipo siglo XIX y la violencia?- me preguntó
Mi respuesta fue la más incoherente que he dado –porque me
gusta-
-Eso no es suficiente- expresó
Entonces me quede pensando por un par de minutos, había
olvidado el por qué mi atracción ante esas imágenes.
-En esa época crearon un imaginario visual, algo que no existía,
las poses, la ropa, los fondos, la autorrepersentación; era como debían verse y
fotografiarse- le dije.
A lo cual me respondió-estás creando un imaginario visual
inspirado por la violencia-
Me quede asombrada, no lo había reflexionado de esa manera,
mis imágenes me obsesionan al igual que
los temas, creía que entre más complejo fuera mi proceso sería mejor. Es así como
he estado operando, pero al final algo no sincronizaba.
Me dijo que mi proceso creativo era vertical, pero
debería ser horizontal, recordé a la poeta Silvia Plath, todo fluye de manera
vertical, pero dejo de mirar mi horizontalidad.
Me sugirió que fuera más sencilla en la elaboración de las puestas en escena. Y me dije: esta soy yo, quien arma maquetas,
compra juguetes antiguos y juntar fotos
raras y de miedo. La que no deja de mirar la nota roja y estremecerse con las
noticias violentas.
Esa eres tú, expresó. Al despedirme me regaló unos chocolates,
nos volveremos a ver el año que entra.
Esa noche resolví una imagen que llevaba mucho tiempo
trabajando, fue más sencillo y sin dejar de hacer lo que me gusta.
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